El incentivo de su construcción estuvo en la dedicación a la Virgen María, siendo en la actualidad una de las catedrales góticas más antiguas del planeta. Sus torres son un espectáculo aparte por donde sea que se las mire.
Ubicada en la pequeña isla de la Cité, rodeada por las aguas del río Sena, se encuentra Notre Dame, una catedral de culto católico que recibe a millones de turistas por año por su excéntrica arquitectura y relevancia histórica.
Su nombre significa “Nuestra Señora” y en la actualidad es uno de los monumentos más visitados de Francia y, claro, junto a la Torre Eiffel, el Museo del Louvre, el de Orsay, Los Inválidos, sus barrios bohemios y el Sacre-Coeur, compone uno de los lugares imprescindibles de cualquier visita a París.
Asimismo, también es una de las catedrales de estilo gótico más antiguas del mundo. Construida entre 1163 y 1245, es la más grande de Europa por sus dimensiones de 103 metros de altura, 130 metros de largo y 48 metros de ancho.
Es fácilmente reconocible por sus tres elegantes pórticos y sus dos imponentes torres junto a la majestuosa y bonita plaza que se sitúa delante; plaza que ha sido protagonista en diferentes puntos de la historia por albergar multitudes vinculadas a eventos de diferente índole como las coronaciones de Napoleón Bonaparte y de Enrique vi de Inglaterra o la beatificación de Juana de Arco.
Durante la Revolución Francesa, en 1793, muchos de sus tesoros y obras de arte fueron robadas o destruidas debido a que fue convertida en “Tiempo de la Razón”.
En sus ocho siglos de historia, la catedral fue reformada en varias ocasiones, siendo la más importante de ellas a mediados del siglo XIX, cuando se sustituyeron los arbotantes, se insertó el rosetón sur (ventana de forma circular), se reformaron las capillas y se añadieron estatuas.
