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En el centro de Australia, más precisamente en el Territorio del Norte, a 460 kilómetros de Alice Spring - uno de los pueblos más cercanos - se encuentra Uluru, técnicamente llamado Ayers Rock (Roca de Ayers, en español).

Su nombre fue otorgado por William Gosse, un agrimensor que descubrió la inmensa montaña en 1873 y le dio su nombre en honor a Sir Henry Ayers, quien por aquel entonces era Secretario Superior del Sur de Australia.

Inmenso porque tiene más de 348 metros de altura, 9 kilómetros de contorno y se extiende por debajo de la superficie por 2,5 kilómetros, representando un sitio sagrado para los grupos aborígenes australianos de la región, sobre todo por los Anangu, un pueblo que se encarga, en parte, a realizar visitas guiadas para informar a los turistas no solo sobre la montaña, sino también a la fauna y flora, siempre recurriendo a leyendas autóctonas para explicar diferentes sucesos.

El patrimonio cultural y natural es tal, que en 2017 el gobierno prohibió escalarlo. Antes, existían enormes cadenas en sus laderas a modo de agarre para que los visitantes llegaran a su cima y pudieran observar espectaculares vistas en medio de la nada.

De esta forma, la prohibición de escalarlo resultó sumamente positiva para los aborígenes locales y, además, potenció el resto de atractivos a su alrededor, siendo algunos tan simples pero increíbles como recorrer todo su borde a pie. De hecho, las veces que llueve se forman algunas cascadas que caen y generan increíbles experiencias dignas de disfrutar.



Es normal encontrar en las redes sociales fotografías de turistas haciendo filas de hasta algunos kilómetros para poder acercarse al monolito. En 1987 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y hasta en la actualidad se sitúa como uno de los principales atractivos naturales del país oceánico.
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Además, y aprovechando el conocimiento de los locales, se puede conocer los encantadores animales y bellas plantas y flores que aparecen alrededor.

Una curiosidad es que, debido a las características del terreno y a la altura del monolito, se puede ver cómo la roca “cambia” de color según el momento del día, siendo aún más apreciable durante el amanecer y el atardecer. Rojo, amarillo, marrón y hasta púrpura son algunos de los colores que se pueden apreciar.

Kata Tjuta, o “The Olgas”, es otra formación montañosa ubicada a 30 kilómetros de Uluru que, por más sorprendente que parezca, forma parte de Uluru. La superficie es la misma, solo que dos “puños” se han asomado desde la superficie para maravillar en medio de la nada.

Y si se quiere aprovechar la visita a Uluru, entonces Kings Canyon es un destino para ello. Los primeros europeos que lo recorrieron lo llamaron “Jardín del Edén”, y se trata de un desfiladero que alcanza los 270 metros de profundidad que en su fondo alberga humedad, frondosa vegetación y fauna autóctona.

Además, se debe considerar que Uluru se encuentra en pleno Outback, llamado así al interior remoto y semiárido de Australia, donde las temperaturas pueden alcanzar los 50 grados y donde vive una ínfima parte de la población del país.

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