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A 25 kilómetros al noroeste de la ciudad de Brasov, perteneciente a la región de Transilvania, en Rumania, se encuentra el castillo de Bran, una fortaleza medieval que con el paso del tiempo ha suscitado numerosas leyendas, sobre todo la de Drácula que, en la actualidad, conforma uno de los principales atractivos de la enorme obra arquitectónica.

El castillo en sí mantiene su estrecha relación con la famosa novela de Drácula gracias a Vlad Tepes, quien “vio” en el castillo las famosas torres que Bram Stoker describe a la perfección en su narración de vampiros. Eso, sumado a los innumerables pasadizos y tenebrosas habitaciones que guarda el castillo, lo han catapultado a la fama mundial por ser el punto terrenal donde lo descrito en la ficción se materializa.

Adentrándose en la historia, el castillo fue construido en el año 1382 con el objetivo de defender el paso de montaña Bran - del que obtiene su nombre - de los otomanos. Se distingue a lo lejos por sus 60 metros de altura y un fondo montañoso y boscoso, características que explican por qué Vlad lo señaló como el hogar del célebre chupasangre.

Claro que un escenario tan místico no pierde la oportunidad de ofrecer una experiencia distinta, por lo que en el sendero que conduce al castillo se pueden encontrar puestos de artesanías que venden souvenirs relacionados a Drácula y su castillo.

Por su parte, el castillo se encuentra totalmente abierto al público y en condiciones para conocer cada uno de sus rincones que, si bien se pueden recorrer de manera libre hasta el horario de cierre, la gran mayoría opta por contratar el servicio de guías debido a su complejidad de diseño y también por el miedo que es capaz de infundir.



Una imponente y misteriosa estructura que data del siglo XIV. Una visita obligada para los famosos de los vampiros y lo sobrenatural.
Galería

Técnicamente, la fortaleza fue la residencia de la reina María, la nieta de la reina inglesa Victoria, durante el siglo XX. Es por ello que también se pueden ver muebles importados de Europa occidental que “rompen” con el diseño original, pero sin permitir que se pierda de vista el misticismo propio de la zona.

Además de los muebles, también existen armas y obras de arte con más de 500 años de antigüedad distribuidas en sus 60 habitaciones y patios interiores.

En tanto, también se recomienda buscar la oportunidad para mirar por las ventanas de los pisos superiores, los balcones y almenas para obtener fascinantes vistas panorámicas del bosque que lo rodea, incluso de una capilla que puede observarse a corta distancia que fue levantada como conmemoración tras la muerte de la reina.

En todo caso, si el castillo resulta demasiado tenebroso visitar la ciudad de Brasov y disfrutar de sus bondades es posible gracias al servicio de transporte que conecta ambos lugares, por lo que visitar Transilvania no solo garantiza dejar el país habiendo conocido la “casa” de Drácula, sino también el entretenimiento que Rumania ofrece.

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