Para descender a las catacumbas se deben bajar 131 escalones, la temperatura ronda los 14 grados centígrados y reúne una enorme cantidad de esqueletos que se corresponden entre 1.200 años y 220 años de antigüedad.
La capital francesa ostenta con uno de los lugares más tenebrosos del país europeo, una extensísima red de túneles que alcanzan los 300 kilómetros que sirven como cementerio de miles de personas que datan de diferentes épocas. De hecho, se calcula que en realidad allí descansarían los restos de más de 6 millones de personas.
Para dimensionar a las catacumbas, se estima que los esqueletos más recientes pertenecen a la Revolución Francesa, en tanto que los más antiguos podrían tener unos 1.200 años.
Para entender la función de las mismas, hay que remontarse a su origen, cuando los túneles no eran tales, sino que servían como canteras de piedra caliza de donde se obtenía la materia prima para monumentos y distintas edificaciones que aún pueden observarse en el centro parisino.
En esa época, los túneles se llamaban como lo que eran: Les Carrieres de Paris (las canteras de París).
En 1786, como medida para mermar las epidemias y enfermedades que azotaban a la sociedad de ese entonces, se comenzó a trasladar a los cadáveres de los cementerios de la ciudad a las catacumbas.